Rodolfo «El Gitano» Valdez: el primer sicario de Sinaloa

Por Isaías Ojeda Rochín

Dos hechos marcan la entrada de Rodolfo Valdez Valdez, alias “El Gitano” en la historia de Sinaloa: su destacada participación criminal en la lucha antiagrarista financiada por los latifundistas regionales, y el asesinato del gobernador Rodolfo T. Loaiza, en el patio “Andaluz” del Hotel Belmar, aquella madrugada del 21 de febrero de 1944.

Ambas circunstancias ligadas a la violencia dieron nombre y renombre al temible pistolero que acabó sus días consumido por la tuberculosis, soñando con vengarse de los poderosos terratenientes mazatlecos que lo abandonaron a su suerte cuando cayó en prisión. Si no hubiera sido por el gobernador Leopoldo Sánchez Celis, “El Gitano” habría muerto en Lecumberri y no en el segundo piso de la tienda “Las Tres B”, de Culiacán.

En el afán de conocer más detalles sobre la vida de este personaje de triste fama, hace unos años tuve la oportunidad de platicar con don Luis Ortega, paisano, amigo y cuñado temporal de Rodolfo Valdez, radicado en Agua Caliente de Gárate, quien fungía como cronista espontáneo del acontecer concordense y a quien le gusta conversar horas y horas con quien se le ponía enfrente, pues según confesaba, es la mejor terapia contra la vejez y los malos recuerdos.

En medio de un marco cordial, don Luis desgranó el rosario de sus recuerdos, brindándome una cátedra de historia general de Sinaloa, desde los tiempos de la colonización española, y en un momento dado lo situé en el tema de interés específico.

“Rodolfo nació aquí; sus padres fueron Rodolfo Valdez, originario de Mesillas, y su mamá Guadalupe Valdez, de El Rincón. No guardaban parentesco entre sí, pues ambos procedían de familias españolas diferentes”. Rememoraba don Luis que el padre de “El Gitano” era el clásico vago de rancho, enamorado, parrandero y enemigo del trabajo y que su relación con Guadalupe fue circunstancial, por lo que el chamaco nunca tuvo el calor de un verdadero hogar.

“Tuvo una infancia pobre e infeliz; su madre lo mantenía con lo poco que ganaba por aquí y por allá. Aunque me llevaba como cinco años de ventaja, fuimos compañeros de juegos. De esa época recuerdo esta anécdota: un día estábamos jugando en la calle; Rodolfo traía puesto un pantalón que le habían regalado y que le quedaba grande, razón por la cual se le rompió del tiro. En un momento determinado se puso en cuclillas y “los compañeros” se le salieron por la rasgadura. Los tenía gueros, gueros, y eso me provocó mucha risa, lo cual despertó su enojo”. Al recordar este pasaje, don Luis soltó la carcajada como si aún estuviera viendo a “El Gitano” en tan apurada situación. Por cierto, para el anciano, Rodolfo todavía vivía. “No es cierto que murió”, dijo convencido.

Ambos crecieron ligados por una estrecha amistad, hasta que la vida los llevó por senderos diferentes. Rocordó don Luis que Rodolfo se alió con Pedro Ibarra, José María Ibarra y Loreto Garzón, para empezar a matar agraristas. “Ellos cuatro fueron los precursores de “la monteada” y aquí en Agua Caliente tuvieron una de sus primeras acciones. Resulta que 65 agraristas se habían asentado ahí enfrente –y señalaba un viejo caserón- donde establecieron su cuartel, haciendo chilares y tomatales con la gente, hasta que llegaron ellos y a punta de bala los echaron en corrida. El fuego lo abrieron desde la plazuela y Pedro Ibarra iba en la punta. Así de arrojados eran.”

El tiempo pasó, “El Gitano” ganó fama como sicario de los latifundistas, hasta que se presentó el acontecimiento del Hotel Belmar. Cierto o no, fue acusado de haber asesinado a balazos al gobernador Loaiza, cuando éste departía alegremente en el patio “Andaluz”.

Las crónicas periodísticas de aquellos años cuentan que “El Gitano” fue señalado por la poetisa Graciela Garbalosa y su hija Gracielita, como el autor de los disparos que cegaron la vida del gobernante, aunque hubo quienes aseguraron que no fue él, sino Manuel Echegaray, pistolero que resultó herido y que fuera rematado por los propios compañeros en “La Palma Sola”.

De lo que sí lo culparon fue de las muertes de Rubén Brooks y del piloto aviador Walter V. Cotchel, a quienes “El Gitano” confundió con guardaespaldas de Loaiza. De cualquier forma, la acusación lo llevó a la prisión militar de “La Batería”, de donde se fugó, dicen que vestido de mujer.

“Cuando las cosas se calmaron un poco, me dijo don Luis Ortega, Rodolfo se vino a radicar aquí; le compró la cantina y el billar a Guadalupe Cota. Ahí fue donde lo “carraquearon” y a raíz de eso, fue a parar a la cárcel. A mí me tocó vivir de punta a punta este episodio. Estuvo así: Pablo “El Payo” Osuna, Raymundo Mota, Jesús Álvarez y otro del que no recuerdo el nombre, supuestamente recibieron 50 mil pesos de los Mata por asesinar al Gitano. Cuando merodeaban por la cantina sospeché que algo tramaban, pues andaban armados; como Rodolfo andaba noviando con una hermana mía, sentí la necesidad de ponerlo sobre aviso, ofreciéndome para ir a platicar con “El Payo”, pero me pidió que no me metiera. “El Payo” se escondió tras una tapia y desde ahí le disparó con una escopeta, hiriéndolo en la cabeza, el cuello y un brazo. Al momento de la agresión, Rodolfo se empinaba una cerveza y tal vez eso evitó que le pegaran bien. Para curarlo se lo llevaron a Mazatlán, donde finalmente fue detenido y trasladado a México”.

Con lo anterior, el viejo cronista cerró la narración sobre “El Gitano”, agachando su cabeza como no queriendo, para ocultar el rictus de tristeza que el recuerdo del trágico final del amigo entrañable dibujó en su rostro.

Autor: revistasonorasinaloa

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